voy a rugir desde el cemento
tu nombre hasta que llegue al cielo,
cortaran las aves su vuelvo
al norte entendiendo
como el lugar mas cálido el pecho
mio cerca de tu cuerpo.
Nunca sabra el viento
qué lo ha sacudido
y reirá insolente el sol, al tiempo
en que la luna comienze a asomar
blanca y fría y desnuda
por el horizonte de edificios
DaD. - 26 de marzo
domingo, 29 de marzo de 2009
jueves, 19 de marzo de 2009
Vacío ( 2 )
escrito allá por el confuso año 2006
Cuanta soledad cabe en una habitación donde solo se escuchan las pasos del reloj. Cuan loco te puedes volver si las únicas palabras de la noche las da el segundero. Con cuanta rapidez puedes perder la fe si lo único que tus ojos ven son las simétricas vueltas de las agujas. Como se puede seguir vivo si el único sobresalto a los sentidos te lo entrega la alarma del despertador.
El mundo sigue girando, los días pasan y uno sigue cayendo por el mismo pozo del que nunca salió. La cabeza estalla hundida en la oscuridad, mientras se pregunta: qué poco tiempo dura la felicidad (o la tranquilidad) si el teléfono no suena, si de las voces que murmullan alrededor ninguna es un susurro en la oreja, si los besos mueren en las mejillas, si los ojos miran solo para evitar el choque, si nadie seca tus lágrimas, ni calma tu desconsuelo. Falta brillo cuando cuatro paredes quebradas te rodean. Todo es dolor, las gotas de lluvia queman y el viento desprende la piel muerta. En un instante te vuelves ceniza de un cigarrillo que nadie fumo.
Dónde está la anestesia cuando nada está más cerca que el olor a humedad de las grietas en la pared. Cuanto tiempo tardará en llegar la locura, esa locura que suele calmarse solo en las vías del tren.
Vacío ( 2 )
Cuanta soledad cabe en una habitación donde solo se escuchan las pasos del reloj. Cuan loco te puedes volver si las únicas palabras de la noche las da el segundero. Con cuanta rapidez puedes perder la fe si lo único que tus ojos ven son las simétricas vueltas de las agujas. Como se puede seguir vivo si el único sobresalto a los sentidos te lo entrega la alarma del despertador.
El mundo sigue girando, los días pasan y uno sigue cayendo por el mismo pozo del que nunca salió. La cabeza estalla hundida en la oscuridad, mientras se pregunta: qué poco tiempo dura la felicidad (o la tranquilidad) si el teléfono no suena, si de las voces que murmullan alrededor ninguna es un susurro en la oreja, si los besos mueren en las mejillas, si los ojos miran solo para evitar el choque, si nadie seca tus lágrimas, ni calma tu desconsuelo. Falta brillo cuando cuatro paredes quebradas te rodean. Todo es dolor, las gotas de lluvia queman y el viento desprende la piel muerta. En un instante te vuelves ceniza de un cigarrillo que nadie fumo.
Dónde está la anestesia cuando nada está más cerca que el olor a humedad de las grietas en la pared. Cuanto tiempo tardará en llegar la locura, esa locura que suele calmarse solo en las vías del tren.
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