miércoles, 29 de septiembre de 2010

El río huele a muerte

El río huele a muerte que no es bastarda, ni casual;
su perfume no es de barro, ni de sol;
sus olas ya no rompen libres en las costas
un colchón de peces moribundos toda la vista ocupan

Boquean las bogas buscando su último aliento
dibujando, tan pequeñas, su ultimo adiós

Las aguas muertas terminan con la poca vida que nada,
su color negro es el luto y la nada.
El legado triste que el hombre dejó a la naturaleza
soberbia inconmensurable de una raza que apesta.

Mas hoy los peces difuntos dejan su futuro
sobre el barro putrefacto de neumáticos y tachos
mientras turistas alegres y encantados
se fascinan con tan desagradable espectáculo.

DaD.- 22 de septiembre de 2010



1 comentario:

Geraldine, dijo...

leer tu poema y ver el riachuelo....ya no hay vuelta atrás...
si, no lo he notado tan limpio al rio cuando fui a pasear por allí...los turistas son como termitas, pasan ,se babean y se van, consumen como drogadictos el aire y la vista...