Simultaneas de la infancia de risas y golpes, de la adolescencia de rebeldías y temores, de la adultez de trabajo y frustraciones.
Miramos nuestras manos resecas de kilómetros de juncos, mientras en la ventana golpeaban las verdes ramas del árbol que ya no trepo. Las gastadas yemas recorrieron los límites polvorosos de los rostros buscando rastros, justificando actos.
Pasa una lancha sin notarlo, los instantes los corta el tic tac del reloj que le contó las horas a cuatro generaciones de esta familia, hasta hoy.
DaD.- 30 de agosto 2017
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