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Despedida
Mi pedazo de cielo azul en días nublados
pequeña y lejana estrella escondida en el infinito,
debo irme a navegar otros cielos
pues mi manos ya han perdido la sensibilidad.
El dolor ha crecido demasiado en tu ausencia
¡oh gloriosa gacela! ¡ardor incalculable de mis venas!
déjame ir, evítame el dolor de seguir
sufriendo, este amargo vicio de los últimos días.
Morir en paz y sin tus ojos, en calma con el río
y la sombra, al canto dulce del jilguero.
Empezar de cero a escribir un nuevo cuento
en que la lluvia borre la ausencia de tus besos.
DaD. – 27 de marzo de 2008