jueves, 29 de junio de 2017

Fin de temporada

Fin de temporada 

 "Quiero rescatar la a'titu del equipo, lo jugadore dejaron todo en cada partido
lamentablemente no se dio.
"  Decía el capitán del equipo en la televisión al ser entrevistado por un cronista.

-Viste Alberto! te lo dije. Estos tipos dejan todo por la camiseta. Comentaba moviendo un puñado de maníes es la mano.

-No te dejé engañá por esto.  vigecimo terminamo. Vi-ge-ci-mo!  Respondió deletreando la posición en la tabla. -Que si no fuera por esa mentira del promedio estariamo otra ve en la B

-No seas así de duro Alberto. La mayoría son gente criada en el club; los mas viejos y los mas pibes.  Le retrucó con alma de potrero.

-Lo que quieras hermano. Respondió girando las palmas hacia arriba. -Pero una campaña así no se le puede permitir, tan tirando lo que ganaron antes a la basura.

-¡Sos un contra Alberto! Criticas todo vos.

-¡No querido! Si fuese contra, le sobaría el lomo a todo esto y lo aplaudía al terminar el Torneo, así se creen que hicieron bien las cosas.  ¡Y no! no lo hicieron.

-¿Qué sos psicólogo ahora Alberto?  ¡No jodas! estos tipos nos dieron mucho, vos no tenés memoria, eso pasa.

-Es porque la tengo. Respondió ya enojado, elevando la voz y golpeando la mano derecha contra la mesa. -Y agradezco lo qu'icieron, pero vigecimo terminaron. Vi-ge-ci-mo. Volvió a decir en sílabas, mientras se reclinaba sobre respaldo de la silla.

-A mi no me grites Alberto. Porque yo también les pago el sueldo con mi cuota y para mi los que nos dieron no se olvida nunca mas, hay que respetarlos y que se retiren en el club.

-Dejá de pavada quere'!  si su ciclo terminó, se terminó y punto. No somo una obra de caridá,  somo un equipo de fulbo. un equipo de fulbo. Gritó con su garganta y sus brazos.

El silencio se extendió un rato; apuraron callados el ultimo trago,  Alberto levantó su mano, el mozo trajo la cuenta, pagaron la cerveza y se fueron a tomar el colectivo y volver al barrio después de trabajar.


Goles son amores y votarlos es pasion

martes, 27 de junio de 2017

Putrefacto como el Riachuelo

Putrefacto como el Riachuelo


“…llegó la noche, llegó el champán, 
llegó la hora de la verdad 
y esa apuesta, al final, la ganó la muerte.”

 La duda se había metido en su nariz; el aire de aquel Bar olía raro. El Clima era demasiado cálido para el invierno, un ambiente espeso de gritos, roces y juntas de mala muerte que coincidieron en el mismo lugar. Sentado en la mesa, con el diario de ayer en las manos, observó detenidamente lo que parecía un único instante. 
Con la sangre bajando su temperatura y el sudor frío en la frente; tomó su sombrero, recogió el sobretodo del respaldo de la silla y salió. Sus pasos se perdieron por Del Valle Iberlucea, mientras un resplandor anaranjado se hacia radiante a sus espaldas. 

 Los primeros rayos del sol alargaban su sombra sobre los adoquines de Pedro de Mendoza, a orillas del Riachuelo, donde la rareza del olor solo tenía que ver con el agua. Atónito, entre sus pasos no podía creer aquello que había presenciado y todo por una mujer, la única del lugar, la que estaba con Juan.
Miguel entendió que ella lo miraba y en tierra de macho portuario, se le fue encima cuando ella buscaba el camino al baño. Como un rayo descargando su furia, Juan se abalanzó sobre él tirándolo al suelo. Lógicamente (o irracionalmente) la barra de Miguel no tardó en reaccionar y una patada quitó a Juan del lugar, así salieron los demás a responder. Una trompada, una silla voladora y el ruido de una botella que se parte. Carlos, el dueño del Bar gritaba en vano, entonces sacó el 38 y disparó hacia el techo. Pero la descarga del tambor no silenció las almas enardecidas. Los grupos se habían convertido en manadas de machos en celo que no llegaron ni a escuchar los tiros.
Sin embargo llegó otro puñado de gente, aparentemente amigos de Carlos, gente del barrio, porque estaban a medio vestir. La escalada de violencia no conocía de límites y al percibir aquel olor a combustible, dejó atrás la escena.

Ahora, con sirenas de fondo, reflexiona sobre aquello a orillas de un río que también está muerto.