Se arrima la Quinta presidencial y vuelvo a Libertador, El río se asoma entre las paredes, podría llegarme hasta allá, pero hoy no está en los planes (si es que los hay). Acercándome al acceso trasero de la Quinta, un poli intenta frenarme, pero otro me da marcha; al pasar y caminar varios metros adivino que la Presiente perdió la oportunidad de verme. Vuelvo a retomar Azcuenaga para atravesar la Estación Olivos, pasando por ahí las vías se quedan sin calle y hay que volver a cruzar. Subo por la primera cuadra sin desviar rumbo norte, y el caminito adornado de flores en grandes macetones hacen que no advierta el edificio que allí se erige. Pasó por un colegio que esta entre el Ramal Mitre y el Tren de la Costa, y un pasillito me lleva a puente peatonal que siempre vi desde el tren y nunca supe por donde se agarraba para cruzarlo. Nuevamente en Libertador, a la altura de la Estación que lleva su nombre, veredas rotas en construcción te invitan a caminar la calle entreverado con los autos, y como todos los caminos conducen a Roma, doblo por ahí y vuelvo al FFCC Mitre. El costado de la vía está regado de tejas rotas, cadáveres del bombardeo del granizo de hace unas semanas. Sigo pensando, mientras camino para distraerme del ruido del micro estudiantil atascado en la esquina por un coche en contramano, en que si la Presidente me veía seguro me ofrecía trabajo inmediatamente. Increíblemente desgastado llegó a La Lucila luego de Seis kilómetros narrados, como siempre discuto con un boletero que no quiere hacer su trabajo si no me cruzo al otro lado. Viene el tren, siento rápido, agarro el cuaderno y me siento a escribir: “Por Libertador, altura estación Núñez...”
DaD. – 11 de mayo de 2010
jueves, 20 de mayo de 2010
jueves, 13 de mayo de 2010
Vagando y Divagando - Parte 2
Compruebo algo que sospechaba. Se está volviendo difícil preguntar la hora. Antes veías a uno que tenia reloj, le preguntabas y en solo un movimiento de muñeca e incluso al pasar te respondían; hoy es mas complejo por que gente con reloj se ve poca o no se ve, entonces te la jugás con el primero que ves, quien detiene su marcha, saca el celular de su bolsillo, estuche o cartera aprieta un botón que le ilumine el visor y ahí si, te responde. Esto implica que quizás al otro no le den ganas de eso y directamente te niegue poseer un objeto que de la hora.
Me vuelve la sensación de que las primeras cuadras después de estación son realmente feas, así como lindas y tranquilas me resultan las venideras. El camino a Vicente López dibuja en hojas un túnel mezcla de verde y amarillo, alfombrado todo de sonoras hojas secas. Los frentes de las casas rebosan detalles de preciosa arquitectura, ayudado por la calma del día, y la construcción que impide el paso de los vehículos. Sin embargo a la estación le circundan fuertes olores. Me tengo y lo pienso mejor: Fontanarrosa tenía razón al decir que las “malas palabras” expresan de forma única lo que realmente se siente es determinado momento y nada describe mejor a estos olores que decir: La estación Vicente López tiene olor a mierda”.
Se arrima la Quinta presidencial y vuelvo a Libertador
Me vuelve la sensación de que las primeras cuadras después de estación son realmente feas, así como lindas y tranquilas me resultan las venideras. El camino a Vicente López dibuja en hojas un túnel mezcla de verde y amarillo, alfombrado todo de sonoras hojas secas. Los frentes de las casas rebosan detalles de preciosa arquitectura, ayudado por la calma del día, y la construcción que impide el paso de los vehículos. Sin embargo a la estación le circundan fuertes olores. Me tengo y lo pienso mejor: Fontanarrosa tenía razón al decir que las “malas palabras” expresan de forma única lo que realmente se siente es determinado momento y nada describe mejor a estos olores que decir: La estación Vicente López tiene olor a mierda”.
Se arrima la Quinta presidencial y vuelvo a Libertador
miércoles, 12 de mayo de 2010
Vagando y Divagando - Parte 1
Por Libertador, altura estación Núñez, emprendo este viaje a pie y estas letras que se procesan dentro. Doble esfuerzo de generar y retener en la memoria. El transito constante distrae la continuidad de los pasos al estruendo de los bocinazos.
La inmensidad es dueña de los tamaños, asusta un poco la proliferación de la sombra. Los ojos se aburren, entonces los pies viajan hacia el otro lado de la vía donde aun perduran viejos frentes que no son sólo ladrillos, ni vidrios. Hay diseños, estilos y una búsqueda de cierta inmobiliaria; sostengo la idea de que no todo lo nuevo indica progreso.
La arboleda de la zona disimula la altura de las oficinas próximas a la estación Rivadavia y me pregunto si es positivo ahorrar metros y cruzar la General Paz por la vía o un par de cuadras más arriba. Opto por está última opción, me desvío y descubro un poco más arriba de mi camino, lo que desde esta posición aparenta una plaza, con mucho verde que equilibra no sólo el descenso natural del suelo, sino que el cemento de los alrededores. Los túneles debajo de las Autopistas, por más limpios, dibujan suciedad; debe ser por su gris, su oscuridad de farol tenue y la humedad. Mágicamente al salir del túnel, estoy en provincia, pensar que otros pasaban por uno y viajaban en el tiempo.
De vez en cuando está bueno caminar por donde uno suele pasar motorizado, da una óptica diferente desde el preciso instante en que uno se puede detener (aun sin frenar) en detalles. Pasa el Belgrano sobre mi cabeza llevando sus rojos vagones hacia Retiro y yo sigo en el sentido contrario.
La inmensidad es dueña de los tamaños, asusta un poco la proliferación de la sombra. Los ojos se aburren, entonces los pies viajan hacia el otro lado de la vía donde aun perduran viejos frentes que no son sólo ladrillos, ni vidrios. Hay diseños, estilos y una búsqueda de cierta inmobiliaria; sostengo la idea de que no todo lo nuevo indica progreso.
La arboleda de la zona disimula la altura de las oficinas próximas a la estación Rivadavia y me pregunto si es positivo ahorrar metros y cruzar la General Paz por la vía o un par de cuadras más arriba. Opto por está última opción, me desvío y descubro un poco más arriba de mi camino, lo que desde esta posición aparenta una plaza, con mucho verde que equilibra no sólo el descenso natural del suelo, sino que el cemento de los alrededores. Los túneles debajo de las Autopistas, por más limpios, dibujan suciedad; debe ser por su gris, su oscuridad de farol tenue y la humedad. Mágicamente al salir del túnel, estoy en provincia, pensar que otros pasaban por uno y viajaban en el tiempo.
De vez en cuando está bueno caminar por donde uno suele pasar motorizado, da una óptica diferente desde el preciso instante en que uno se puede detener (aun sin frenar) en detalles. Pasa el Belgrano sobre mi cabeza llevando sus rojos vagones hacia Retiro y yo sigo en el sentido contrario.
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