martes, 4 de octubre de 2011

Semáforo

El mediodía se había pasado unos minutos, el sol tibio de una primavera virgen era buen suplemento para el viento que corría por la avenida. Pocos autos transitaban, son más las personas que suelen estar almorzando, cosa que también se veía en el vacío casi total de las veredas. Caminaba en dirección al sol con mi remera roja en pleno brillo, los cordones de las zapatillas desatadas y la mochilla acuestas. Al llegar a la esquina más concurrida noté que el semáforo no andaba y el transito reflotaba sus complicaciones. Por la misma vereda venía ella, con su remera verde, con el sol en la nuca y la sombra en la cara. Nos chocamos en esa esquina y tras vencer a mis propios miedos y vergüenzas le propuse que seamos por un rato aquel semáforo.
Miró mi remera, sujetó la suya por debajo y extendiéndola un poco la observó. Levantó su mirada y al tiempo que las miradas se conectaron dijo que no, que no podía darle paso a nadie sin una señal previa, sin un amarillo parpadeante. Dio media vuelta y extrañamente se fue por donde vino…

1 comentario:

Anónimo dijo...

el comentario ya lo hice x fcb
pero dejo constancia por este medio de q he leído tu expresión artística

nos hablamos
estoy con vos

besotes