martes, 25 de septiembre de 2007

Por algo será...

Cómo un sueño que uno no sé cree ni aun sabiendo que fue un sueño. Así definiría la mañana del domingo 23 de septiembre de 2007.
Era temprano, demasiado temprano. La almohada dejaba la huella de una hora dormida (una sola) El teléfono celular sonó dos veces según su registro y el despertador trato de cumplir su función a las nueve, pero parece ser que lo apague al sonar. Me despiertan nueve y cuarto, rápidamente me levanto y me cambio, ojeo el celular y respondo a un mensaje haciéndome el despierto. Espero. Me dicen que me vaya, que ya era la hora. Me voy.
Antes de llegar a la parada del colectivo, paro en el kiosco para comprar unos chicles, pero un turista (dominguero –en el lenguaje tigrense-) interrumpe el paso a la ventanilla para mostrarle su radio-grabador al kiosquero y que este le diga que pilas necesita. Imposible comprar, viene el 60 del bajo y me espera abordo el amuleto.
La fila para entrar es larga y falta algo más de una hora para que empiece el partido (pico dulce en mano y acompañado es más fácil soportar).
Una vez adentro, sin más pérdidas que un encendedor del amuleto tigrense, podían verse las tribunas muy completas. La zona norte ha madrugado.
No lo negaré, cuando salieron los equipos me emocioné, las ojos prontamente se humedecieron y el grito de “Tigre corazón” apenas si se asomó por mi garganta.
Papelitos, globos, gritos y saltos. River pisaba el césped de Victoria y los rugidos de cientos de matadores lo intimidaron.
Tan Rápido nos pusimos en ventaja, tan libre fue el salto de Román Martínez que con mi poco dormir acuestas casi que no me lo creía. De pronto Ereros la gana y desperdicia lo que sería su único mano a mano, luego Lázzaro no se la pasa a Ayala y Carrizo tiene su único acierto tapando el remate. Así murió el primer tiempo, con River llegando una sola vez y con Tigre desperdiciando dos chances claras. Incredulidad y asombro, y nervios a la espera de la reacción gallinasea.
El sol ya dominaba la escena, las cabezas descubiertas ardían y las caras blancas comenzaban a enrojecer. El segundo tiempo daba comienzo y la primera situación de riesgo fue de River. E Islas saltó. Saltó como un tigre en busca de su presa, tiró un manotazo, que fue una garra para arañar el balón que buscaba ángulo y enviarla al corner. Nada transcendente hasta que el reloj se asomo a los 15’. Galmarini y un lateral que se transformó en centro, nadie la toco; ni Ayala, ni Lázzaro –por parte de Tigre- ni Gerlo, ni Ponzio y mucho menos Carrizo –por parte de River- ahí aparece Giménez arrojándose sobre la pelota e impactándola con la mano. Gol. Gol del Matador de Victoria, las cosas están 2-0 y un minutos más tarde se aumentaría la cuenta, por que Ayala hizo una gran pared, se acomodo en el borde del área y soltó un latigazo preciso con pierna zurda que se transformó en gol. Las tribunas rugen, los saltos hacen que tiemble el cemento de las gradas. Descuento de River y poco importa, todo es fiesta. Y allá se escapa Suárez solo, a la velocidad de un felino en plena cacería, pero este Tigre caza en manada y por el medio aparece el paraguayo que recibe el balón libre de contaminación, es 4-1. Delirio. Delirio y creer aun más que todo es un sueño, que no me levante de la cama, que el despertador seguía sin sonar. La gripe aviar se apodera del rival y en su impotencia pierde dos jugadores por expulsión. Victoria es el nombre y el grito. Me asombro ante tanto festejo, incrédulo, miro hacia abajo y ahí esta el amuleto, al que abrace en cada gol y abrazados rodamos un poco de costado en la avalancha del tercer grito; al que eleve al cielo en el cuarto gol, como agradeciendo su presencia, el que en sus excursiones al Monumental de Victoria nunca lo vio perder. Creer o reventar. Amuleto vestido de mujer, amuleto que gritaba: “son todos putos los borrachos del tablón” –muy feo eso en una señorita-.
Y al salir, luego de media hora, la policía cortaba la avenida, hasta que llegamos nosotros y nos abrieron pasó. El tren llego a la estación y esperó a que lleguemos, saquemos boleto y ascendamos a la formación, para luego partir. ¡Más suerte! dirán algunos, pero para mi tenia que ver con el amuleto que me acompañó.

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1) todas las fotos se amplían0 pinchando (haciendo click) sobre ellas.

2) luego del tercer gol dije: mañana quiero la tapa del Ole, Tigre tapa del Ole... y aca está:

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la verdad es que es increible la magia que tenes para describir al futbol.
besos!!

Anónimo dijo...

cualquiera!

Anónimo dijo...

tarde pero seguro. Aca toy dando la cara ¡¡¡si fui yo !!!
Confieso que cuando lo lei me dio verguencita leer gritaba: “son todos putos los borrachos del tablón” –muy feo eso en una señorita-.
Pero bue salio asi, era un sentimiento y habia de demostrarlo de alguna forma..Y creo que lo voy a seguir haciendo mientras siga yendo a la cancha , porque me gusto. jajaja
La re mil fefa!!!
besos....