Primer Check Point
El pela no llevó en auto a Retiro, regalándonos a mi vieja y a mi, media hora más de sueño. Justo ahora que por las noches duermo tengo que amanecer a las cinco. Nos subimos al micro y arranca, con extrema puntualidad llegamos al hospital a las ocho. Me saluda Federico al pasar, como así también quien me sacó sangre el sábado. Cuando me llaman para la extracción la chica también me reconoce y me pregunta si no es que me sacó en Sala.
- Si, la semana pasada
- te estabas por ir, me responde.
- Así es, al otro día. Le dije terminando el dialogo.
Ahora caigo en cuenta de algo que venía observando y no terminaba de mirar. Puedo responder a la pregunta del primer día en Vicente López ¿Cómo sabían que yo era yo?
Es cada vez más obvio: soy joven. Los pacientes hematológicos en su gran mayoría son gente más grande pasando los 50. Todo esto lo planteo ahora que miro el hospital desde enfrente tomando un café doble para quitar el ayuno. Además interrogo al tiempo: Cómo voy a llegar a los 60? ¿Tendré los tobillos púrpura inflados en sangre? ¿Seré un viejito lleno de hematomas? ¿Seré?
De todos modos el interrogante más grande es este de saber a que reaccioné para levantar el conteo, si esto es una reacción química o física. ¿Se extenderá en el tiempo esta especie de cura o será el bazo quien pague la cuenta? Si pensamos que todo comenzó con un transplante de médula sería una cuenta ligera.
Azota el viento platense,
la tierra se levanta y vuela.
En unas horas, que son espera,
aguardo el conteo de plaquetas
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