Habitación doble
El compañero es bueno, tranquilo al menos. Tiene el estómago hinchado y voy a ser testigo de cómo le sacan algo más de tres litros de líquido en dos bolsas. Mañana por la mañana veré como luego de mucho tiempo vuelve a comer algo –será el desayuno-. Tenía miedo de comer, pero me pareció correcto decirle que lo mejor era que ingiera algo.
Me cuenta que también llegó el viernes, pero al mediodía, se vino solito en un remise que lo trajo desde Estancia Chica. También comenta que “acá se está bien, hay bueno médicos. Por suerte no es Sala. Ahí no te dejan dormir gritan todos, están con la radio o esos televisores chiquitos”. Para mi tranquilidad, además agrega “peor es el Romero, es más chico que este pero ahí los médicos te dan cuchillo sin asco”.
Me ofrece su milanesa de pollo, yo acabo de cenar la mía y le digo que no, que estaba ya satisfecho. Increíble pero luego de más de 40 días comí una ensalada, nada raro zanahoria y pepino, pero es un manjar.
Llegando las doce el compañero cierra la ventana, el calor aplasta y viene el doctor a revisarlo, le pido que abra la ventana y coincide en que hace calor. Gané una batalla, si es que la hubo.
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