Parte 2 – Una noche de miércoles
Tras largos días de calor, sobreviviendo con un ventilador y la humedad de mi propia transpiración, el miércoles 29 seguíamos esperando respuestas. La Doctora no tiene problema alguno con que yo deambule un poco, aunque sea dentro de la habitación a pesar de mi conteo bajo de plaquetas “Sos una persona joven, lúcida, no podemos dejarte totalmente quieto”.
Una pena que ese mensaje no les llegue a algunos. El día pasó como todos, pero como siempre las tardes-noches traen vampiros, en este caso residentes. Caen cuatro en fila a revisarme y hacer comentarios varios, para que me quede quieto por los altos riesgos de mi salud.
Llegó una chica, un rato después mientras yo estaba sentado en la cama. Me recuesta y me sentencia a una estadía de horizontalidad plena, en la que no puedo ir al baño y debo pedir el papagayo para no moverme. La mire a los ojos y mi expresión fue tan impensada como sincera y sin anestesia: -Flaca ¿Vos queres que me suicide?
La cuestión es que salió inmediatamente de la habitación para no verla nunca más.
Pero horas después la revancha. Entran cuatro que nunca supe si eran los mismos, con barbijos todos se parecen, sobre todo si el discurso es reproducido por una cinta previamente grabada: que no me mueva, que mi nivel de plaquetas es bajo, que si me caigo y me golpeo me desangro, etc. y miedos. Insisto, los suyos. Que poco a poco se van convirtiendo en los míos, para que en la oscuridad más oscura se ennegrezca más la noche.
Igual queda una frutilla para decorar el postre. Con su barbijo se me acerca, muy cerca, me mira fijo a los ojos en típica imagen cinematográfica de Parca que viene a tachar a otro de su lista.
- ¿Te acordas quién soy?
- Qué sé yo, pasaron tantos.
- Soy el que te hizo el aislamiento
No sé si levantarme y pegarle, la verdad es que mi incredulidad e indignación sobrepasa cualquier intento de violencia física. Se va, busca el tensiómetro, estoy medio dormido y muy cansado como para comprender. Me toma la presión, una y dos veces: - está alta, 16, 17 (si, no sabe ni cuanta presión tengo) dicho eso se va.
¡Es un mata sanos! Exclamo inmediatamente, no paso nunca de 14 de presión y este cornudo viene dos segundos y me dice, dudando, que tengo 16/17 y se va sin más… ¿Qué onda chabón? La noche es aún más pesada.
“No puedo dormir, voy a morir” repite Homero Simpson en un clásico. Sin tanta paranoia mi situación es similar.
Por suerte el miércoles le da lugar al jueves y me quejo con todos los que me puedo quejar. La Doctora sonríe y exclama “míralo, tan tranquilo que llegó me lo están enloqueciendo, te vas a terminar de curar cuando salgas de acá”.
Por suerte para la naturaleza humana, el revuelo tiene efecto y los residentes desaparecen de una vez y para siempre de esta habitación.
1 comentario:
Cada uno de tus relatos es fascinante ( en el nivel que quieras describirlo) al menos así se más a detalle como te encuentras ya que cada vez te cruzo menos (esto no es reclamo ok?)
Deseo de corazón que todo vaya mejor. TQM. Besos!
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