martes, 22 de febrero de 2011

Una gran virtud, un mayor defecto

Una gran virtud, un mayor defecto

Voy a empezar por lo feo que va más allá del aspecto de sucio y viejo de la habitación (sigo preguntándome como llegó esa mancha de Yodo al techo). Lo del baño es impresentable. Si en Vicente López me quejaba por que la canilla del lavamanos no funcionaba y que me duchaba con una jarra; me arrepiento de lo que dije.
Acá el inodoro petizo escupe agua por la borda luego de apretar el botón, en donde se supone que hay una ducha reposan: una colección de chatas, un balde, una palangana y un papagayo. Todo envuelto en un manto de mugre, como no podía ser de otra forma.

Lo bueno, más allá del ruido del transito (cosa que no extrañaba) el ventanal es excelente. Puedo ver irse la tarde sobre los techos y los árboles. El aire no necesita acondicionarse, es viento y anima y aviva.

Es de noche y asomo por la ventana para ver la oscuridad platense.

Bailan estrellas compañeras,
todas bellas.
Tanto tiempo sin verlas;
hoy debajo una lágrima se cuela
Entra el aire y el alma se engalana.
Se escuchan grillos
que en Tigre están extintos.




Todavia me pregunto como llegó el Yodo hasta ahí arriba




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