Otro domingo
Lánguido amanece el domingo, la fresca madrugada se estira más de la cuenta y se vuelve pesada. Se le suman lágrimas de lejanía y angustia. Pido hablar con algún médico, llaman pero nadie aparece. Una hora después todo se complica en la cama 7, por lo que entiendo que ya nadie vendrá.
Intento moverme lo más que puedo, me siento con una energía que antes no tenía y aprovecho para estar afuera, en el pasillo el mayor tiempo posible.
En una especie de milagro limpian el baño (las chatas no).
Cerca del mediodía, y luego de los Testigos de Jehová, llegan el pela y mi viejo. Charlamos un rato, uno se va el otro se queda. Me dejan ir a pasear y por la tarde con papá salimos del Hospital, por las inmediaciones y el ciber de enfrente. Todo tranquilo y despacio.
La tarde-noche llega en soledad, vuelve la angustia de la distancia y el mar de lágrimas en que se convierten los ojos y la cara. Todo es pesado, sobre todo los minutos que se arrastran como caracoles. Horas de 180 minutos.
1 comentario:
eso de que las horas pasan dobles o triples es para enloquecer del todo...pero hay que lograr matarlas...
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